Capítulo
1
La
luz de las velas hacía bailar las sombras sobre la pared de piedra. Miriam
caminaba a paso lento a través de un largo pasillo que le llevaría hasta la
cámara donde descansaba el viejo dragón cascarrabias. La negra túnica atada con
un cinturón de oro delataba su lugar como discípula de Deymaran, el cabello negro
amarrado en una apretada coleta baja y cubierta por la capucha apenas si
permitían ver la punta de su nariz y los labios llenos de su boca en forma de
corazón.
—Hasta
que llegas— refunfuño el dragón cuando vio a la joven entrar al abrirse
mágicamente las pesadas puertas de hierro forjado.
—Siempre
al servicio de mi señor— bajo la cabeza de manera que la capucha impidiera ver
la media sonrisa que se formaba en rostro.
Deymaran
estaba recostado cuan largo era, sus veinte metros cubiertos por una fina capa
de plumas de colores que con el tiempo perdieron su brillo, sus largos bigotes
dejaban ver unos colmillos que sobresalían de sus mandíbulas—¿Te estas burlando
de mí? — un gruñido bajo hizo vibrar las piedras de la cámara.
La joven discípula se reservó el
comentario, a veces era mejor no halarle los bigotes al viejo dragón— Sería
incapaz de una cosa así— levanto el rostro, la tela de su vestimenta impedía
que pudieran verse sus ojos.
—
Descúbrete la cabeza— ordeno sin dejar su mal humor, los grandes ojos dorados
no le perdían pista al pequeño cuerpo femenino que estaba de pie a escasos
metros.
—Como
ordene, mi señor— respondió mientras echaba hacia atrás la capucha, dejando ver
su delicado rostro y sus grandes ojos verdes.
El dragón volvió a
colocar su gran cabeza muy parecida a la de un león sobre el arenero que era su
lugar favorito— Ya estoy viejo para tus necedades—, bufó levantando la arena
con su aliento—deberías tenerle más consideración a mis viejos huesos.
—Para
cualquiera que no le conozca— se encogió de
hombros— pero a mí no me engaña, maestro, es usted es un dragón joven.
La
risa ronca del místico animal hizo vibrar el aire— Niña zalamera—, sacudió las
plumas de colores metálicos que cubrían su largo cuerpo serpentino— tráeme ese
libro que esta sobre la mesa.
Miriam desvió la vista para ver el lugar
donde señalaba con su garra el dragón. El libro era un pesado tomo encuadernado
en cuero, no hacía falta ser adivino para suponer que aquello era antiguo.
Caminando hasta la mesa tomo el libro, colocándolo luego en un pedestal frente al lugar donde descansaba el dragón— ¿Qué
debo buscar?
Deymaran levanto su vista para observar
el techo trasparente de su cámara, por el cual podía ver el cielo nocturno
plagado de estrellas titilantes— Voy a extrañarte, pequeña discípula— sus
palabras estaban plagadas de añoranza.
—No pienso marcharme—, puso sus manos
sobre el libro cerrado— deseo tomar los votos y quedarme aquí para siempre, mi
señor.
—Para hacerlo se debe ser libre—,
explico una vez más lo que había repetido siempre que ella sacaba a relucir el
tema— no sé es libre cuando solo se conoce una opción. Se es realmente libre
cuando hay más de un camino para escoger.
Miriam lucho con todas sus fuerzas para
no rodar los ojos, estuvo a punto de felicitarse así misma por abstenerse de un
acto tan infantil— Yo puedo recordar cuando vivía fuera de estos muros— prefirió
replicar— no hay nada fuera de aquí que me tiente a regresar.
La carcajada de la enorme criatura
dejaba ver los largos y filosos dientes—
Lo dice una nena que ha crecido entre viejos mojes y soldados que todavía
piensan que eres un bebé de brazos.
—No
sé a qué viene el comentario— protesto levantando una de sus arqueadas cejas.
—Ves—,
habló entre carcajadas el viejo dragón— todavía no estas preparada para tomar
los votos… No sabes de lo qué te pierdes dentro de estas paredes.
Miriam
conocía lo suficiente a Deymaran como para saber cuándo dejar las cosas por la
paz— Sigamos con el asunto que me hizo buscar este libro—le dedico toda su atención
al objeto en mención.
El
viejo dragón dio unas cuantas carcajadas más antes de que su rostro felino
tomara una expresión seria— Habré y dime que ves en entre sus páginas.
Cuando
recién abrió, no vio más que hojas en blanco. Luego, poco a poco, comenzó a
observar ilustraciones que pasaban de ser simples sombras a imágenes definidas.
En ellas vio a un hombre que luchaba a muerte con unas criaturas sin forma, su
espada golpeaba a la nada mientras las cosas que parecían hechas del mismo material
que la bruma, reaparecían clavando filosas garras en sus carnes. Pasando a la
siguiente página pudo ver la imagen de la biblioteca vista desde el aire.
— ¿Qué
es esto? — pregunto sin entender realmente de que trataba todo aquello.
—De
todo lo que hay en esta biblioteca—, explico Deymaran con gran ceremonia— esta
es una de las cosas más valiosas… En ella puedes ver atisbos…
—¿Atisbos?
—continuo buscando en las hojas sin encontrar nada más— Otra vez sus páginas estaban
en blanco.
—Es
momento de que lo cierres—ordeno.
Miriam
obedeció al viejo dragón—¿Qué es lo que vi?
El
dragón se recostó sobre el arenero, sus cortas patas a cada lado de su cabeza—
El libro te deja ver breves imágenes de cosas que pasaron, que pasan o que
pueden llegar a pasar— el cansancio comenzaba a cerrar sus ojos— Una vez que te
muestre algo, debes de cerrarlo, ya que te puede atrapar llevandote a la
locura.
—Es
peligroso— dio un paso atrás, era mejor tenerle respeto a ciertas cosas.
—Haces
bien, mi niña—felicito el dragón— eres sabía a pesar de ser tan joven.
Dando
la vuelta alrededor del atril, Miriam se sentó en una piedra aplanada, junto a
donde reposaba la cabeza de Deymaran— ¿Hay una razón para que yo sepa de la
existencia de un libro como ese?
El
mítico animal dio un gran bostezo abriendo su hocico de par en par— Si por
alguna razón tienes que irte de la Gran Biblioteca—, insistió en el tema que
siempre causaba discusiones entre maestro y discípula— deberás llevar el libro
contigo y usarlo cuando sea necesario.
Miriam
se lo pensó unos minutos—Los guardianes no me dejarían llevarme algo tan
valioso—, se encogió de hombros restándole importancia a la idea—además, no
creo que pueda ocultarlo bajo mis túnica, es muy grande.
—Ve,
abrázalo y piensa en un objeto que te guste— su tono no permitía pensar en desobedecer.
Con
serias dudas la joven se puso de pie y fue hasta el atril donde el libro
descansaba. Tomando entre sus brazos el tomo, pensó en una joya que su madre
acostumbraba llevar en uno de los dedos de su mano derecha. Al sentir el cambio
en el peso, grito sorprendida dejando caer un anillo de oro adornado con un
rubí tan rojo como la sangre.
El dragón sonrió satisfecho — Póntelo en
el dedo— dio instrucciones Deymaran— no lo separes de ti por ningún motivo.
—¿Y cómo he de leerlo nuevamente? —
junto del suelo el anillo de oro y se lo coloco en el dedo.
—Sólo
revierte el proceso— volvió a bostezar el dragón— Por ahora solo márchate y déjame
dormir un rato.
A
Miriam en ocasiones le preocupaba la cordura del viejo dragón, no era como que
lo fuera a decir en voz alta, pero solía tener cierta desconfianza de algunas
ideas que se le ocurrían a la antigua criatura. Sabiendo que la plática había
llegado a su fin, acaricio el anillo y se dispuso a salir. Estaba camino a la
puerta cuando escucho que alguien la golpeaba sin consideración alguna, al
abrir descubrió al Jefe de la Guardia que parecía bastante preocupado. Saliendo
al pasillo impidió que el guerrero molestara el sueño del dragón.
—¿Qué
ocurre? — cerró la puerta tras ella— El señor Deymaran esta descansando.
—Tenemos
visita—, el hombre de casi dos metros lucía consternado— una de las águilas
lo arrojo a la plataforma de aterrizaje
y se marchó.
Miriam
arrugo el ceño, las manos en las caderas y la duda dibujada en la cara—
—¿Crees
que se trate de alguno de los campesinos? — No era acostumbrado que las águilas
les transportaran y menos que los arrojaran dentro.
—El
hombre llevaba esto—, le entregó un cinturón con el emblema del Señor de los
Dragones— por eso creí necesario consultarle al dragón que hacer con el hombre.
Miriam
tomo el cinturón, estudiando el emblema de la hebilla supo que el jefe de la guardia tenía razón— Lo
mejor es consultarle.
El
gruñido del dragón dio a entender que estaba despierto— Entren y dejen de
murmurar allí a fuera. Al ver a ambos humanos estaban frente a él, continuo— ¿Tenemos
visitas? — Los ojos dorados de la criatura brillaban con algo que Miriam no
supo identificar, Deymaran se veía demasiado feliz para el bien de todos ellos.
—Una
de las águilas le trajo hasta la plataforma, tanto el ave como el humano se ven
algo maltratados— luego recordando el cinturón, lo coloco en el arenero, frente
al dragón—El hombre llevaba esto.
Deymaran
se incorporó para observar mejor el objeto— Por lo visto Gorem ha regresado.
—¿Le
conoce? — el jefe de la guardia no hizo nada por disimular su sorpresa.
Ladeando la cabeza la criatura tenía un aire
de inocencia que nadie podría creer en un ser con tantos siglos encima— Digamos
que le he estado esperando desde hace algún tiempo— luego dirigiendo su sagaz mirada a la
joven discípula, agregó— Te encargarás de cuidar las heridas de mi querido
pariente… Él es un dragón aunque su cuerpo humano aparente otra cosa.
Miriam
no supo que le causaba más sorpresa, que la enviaran a cuidar de un desconocido
o que un dragón pareciera humano— ¿Quién puede confundir a un dragón con un
humano?
Deymaran
bufó molesto— Es una larga historia—, luego de un corto silencio, agregó— aunque
con que sepas que el lleva dentro el corazón de un dragón, debe de serte
suficiente.
La
joven sabía que había extralimitado su comentario— Lo siento, mi señor… Iré a
atender a su pariente.
Complacido
por la actitud de su discípula, quiso prevenir posibles problemas— Mi sobrino
tiende a tener un carácter algo especial, quiero que le cuides, recordando
siempre que es mi pariente. La idea es que cuando venga ante mí lo haga sobre
sus propios pies.
Miriam
no pudo evitar que un escalofrío recorriera su espina dorsal— Haré lo posible
por cumplir su voluntad, mi señor.
El
jefe de la guardia se despidió con una leve inclinación de cabeza, marchándose de
allí hacia su puesto. Si el dichoso sobrino del Dragón era como para advertirle
a la joven discípula, aquello prometía tormenta dentro de las gruesas paredes
de la Gran Biblioteca.
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No hay nada más emocionante que el comienzo de una nueva aventura literaria...
Gracias por acompañarme en este camino que inicia.
Att:
Aurora Taely